lunes, 6 de octubre de 2008

Indigestión espiritual.


> El día de ayer, conversando con un querido amigo, recordé un cuento que leí y quiero compartirles...
> Era un ser hambriento de enseñanzas, doctrinas, textos sagrados, claves iniciáticas y tradiciones místicas. Durante años se había dedicado sin cesar a absorber conocimientos espirituales, aunque no practicaba, hacia como que practicaba. Era un gran erudito en religiones, vías espirituales, doctrinas metafísicas y enseñanzas místicas. Pero como él mismo comprobaba, apesadumbrado, que no se producían cambios en su interior,acudió a visitar a un maestro muy humilde, que era cono­cido por su sencillez, su vida de pureza y su falta de conocimien­tos metafísicos. El buscador puso al corriente al mentor de su in­saciable sed de conocimientos místicos y de su larga búsqueda espiritual. Entonces, el maestro les pidió a sus discípulos que le die­ran de cenar al recién llegado. Comenzaron a sacarle platos y pla­tos de comida. El maestro le decía:
> -Come, come. No dejes de saborear estos ricos manjares.
> Y seguían ofreciéndole más y más platos, hasta que el buscador, a punto de estallar, sin poder tomar ni un bocado más, dijo:
> -Por favor, no puedo más. Me he atiborrado. No podré digerir tanta comida.
> -O sea -dijo el maestro-, que si te esperase ahora el bocado más sabroso y nutritivo, ¿no podrías tomarlo?
> -Imposible, imposible -dijo enfáticamente el saciado-. Aunque fuera alimento celestial. El maestro se quedó pensativo durante unos instantes. El visi­tante se sentía muy mal, con una enorme pesadez de estómago. El mentor dijo:
> -La peor indigestión no es la que ahora padeces, sino la que te produce el caudal de conocimientos y doctrinas que te has tragado durante años. Así no puedes recibir ninguna enseñanza más.Tie­nes que hacer la digestión. Tardarás unas horas en digerir la comi­da que te hemos procurado aquí, pero meses en asimilar la otra. Así que durante meses lo único que te pido es que te dediques a labores domésticas y de ocio, y no ingieras ni una pizca más de ali­mento espiritual. Cuando lo hayas digerido, tras un largo y nece­sario ayuno, se te dará el alimento conveniente y justo.
> "Todos deberíamos observar un ayuno mental. Al igual que el ayuno físico que limpia los intestinos y purifica el cerebro; tal vez sería oportuno que cuando nos hemos atiborrado de cultura, con­ceptos, ideas filosóficas y metafísicas, decidiéramos llevar a cabo un saludable e higienizante ayuno de tipo mental. La denominada «meditación del silencio» es un magnífico ayuno de la mente, por­que no se trata de ingerir, sino de vaciar. También es una ejercita­ción óptima llevar a cabo trabajos manuales sin que la mente diva­gue y por supuesto ejercitar de vez en cuando la técnica que se conoce como la «sabiduría espejada».
> El espejo refleja con toda habilidad, pero no juzga, no persigue a la imagen cuando se marcha, no retiene, no aprueba ni desa­rueba, no reflexiona ni se pierde en ideas, no conserva y siempre está limpio.
> Por naturaleza, la mente es básicamente un espacio silente e incoloro. 
> «No analices, no reflexiones, no pienses; mantén la men­te en su estado natural». El pensamiento es movimiento, afán, tiempo y espacio, deseo y aversión, ego, preocupación y ocupa­ción. Pero hay un lado en la mente que es inmóvil, sereno y per­fectamente silencioso. Accediendo a él, nos limpiamos. Todos los días deberíamos ejercitarnos unos minutos en practicar el ayuno mental. Durante unos minutos se deja el mundo fuera de nosotros, porque no se va a parar por ello, y luego lo recuperaremos. Nos acallamos, remansamos y ayunamos. Muchos venenos se eliminan; muchos tóxicos se disuelven; mucha ignorancia y alienación se su­pera". Ramiro Calle. El Libro de la Serenidad.
> Podemos empezar de ya!!!
> Bendiciones!!!

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